POR FERNANDO ARROYO
James Cochran Stevenson Runciman, más conocido como Sir Steven Runciman, nació el 7 de julio de 1903 en Northumberland, Inglaterra, y falleció el 1 de noviembre de 2000 a los 97 años de edad, siendo enterrado cerca de Lockerbie, Escocia.
Sir Steven Runciman fue uno de los más prestigiosos medievalistas británicos, presidente de la Society for the Promotion of Byzantine Studies desde el año de su fundación en 1983, y profesor de Arte e Historia de Bizancio en Estambul, Turquía.
Uno de los mayores expertos del mundo en la historia del Imperio Bizantino y de las Cruzadas, entre sus obras más destacables con relación a ambos temas cabe citar los tres volúmenes escritos entre 1951 y 1954 de"A History of the Crusades" y "The Fall of Constantinople, 1453", ambas publicadas por la Cambridge University Press.
Segundo hijo del primer Vizconde de Doxford, Walter Runciman, descendiente del pintor escocés de mediados del siglo XVIII Alexander Runciman, Sir Steven, gran viajero que llegó a residir y trabajar en ciudades como Atenas, Sofía, El Cairo, Jerusalén o Estambul, y que incluso llegó a convertirse en Derviche honorario en Siria, siempre supo que sus raíces estaban en las brumosas tierras de Escocia, donde se estableció definitivamente en 1966.
Parece ser que un año después, en enero de 1967, Runciman habría recibido el encargo de encabezar un equipo multidisciplinar que llevase a cabo una investigación exhaustiva sobre “El Libro del Bautismo de Fuego” o “Estatutos secretos dictados para los hermanos por Roncelinus” (conocidos como la “Regla Secreta del Temple”), que fueron descubiertos en 1794, entre los fondos de la Biblioteca Corsino de los Archivos Vaticanos, por el obispo de Copenhague Friedrich Münter.
A pesar de no ser uno de los grandes expertos en templarismo, o cuando menos no formar parte de esa “nómina” de historiadores especialmente interesados en el tema, seguramente Runciman fue elegido para coordinar esta investigación precisamente por eso: por su independencia, por su relativo “desapasionamiento” hacia la historia templaria como fenómeno de trascendental relevancia por sí mismo, amén de por su probada solvencia como investigador y su reputadísima rigurosidad académica.
El documento a investigar fue redactado a finales del siglo XIII por un tal Roncelinus (nombre asociado a Roncelin de Fos), personaje un tanto “evanescente” como muy acertadamente lo califica el historiador y documentalista español Justo A. Navarro, cuyo único dato documentado por él conocido “es el que le menciona como Maestre de la Comandancia (término más ajustado que encomienda) de Tortosa, en Siria, el 17 de junio de 1242, en la que se le cita como parte presente en una concordia arbitral entre el Temple y el Hospital, aunque el Libro de Artefeuil (tomo III, pág. 250), dice que fue recibido en la Orden en 1267 por el caballero Jean de Pellissier. También se le supone "desaparecido" hacia 1280-1290, en la Casa del Temple de Santa Eulalia de Cernon, es decir sobrepasados los 75 años de edad si es que es cierto que nació hacia 1205 en Bormes-les-Mimosas”.
Según el investigador francés Patrick E. Braccó, para más señas miembro de la Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani (OSMTH), los Estatutos de Roncelinus "están teñidos de catarismo y de paganismo, y en ellos vuelven a encontrarse indicaciones que demostrarían que los templarios habrían tenido una gnosis secreta". Por su parte, el escritor e investigador soriano Ángel Almazán, en su artículo “De Numancia a Montsegur” (Revista de Soria, nº 6, Otoño de 1994), nos dice en referencia a los Estatutos: “Allí se habla de la alquimia y de Abraxas, un eón gnóstico que reaparece en nuestro siglo en la novela "Demian" de Hermann Hesse y, poco antes, en los "Siete. Y añade: “En los Archivos Nacionales franceses se encuentra guardado un sello del Temple requisado al ser abolida la Orden. Se halla colocado en una carta escrita por Andrés de Coulours, preceptor del Temple y residente en la encomienda de Coulours, en el bosque de Othe. El sello tiene unas palabras: "Secretum Templi". En el centro hay un extraño personaje con pies que parecen cabezas de serpiente, siendo la suya similar a la de un gallo visto de perfil. Esta figura era muy usual, a principios de la era cristiana, entre los gnósticos en unos talismanes llamados "abraxas". También se perciben en este sello diversas runas”. Con respecto a este último apunte, conviene señalar que el Dr. Raitzin indicó en su momento algo que en verdad resulta evidente, esto es que tales signos interpretados como runas son en realidad letras griegas. Y si bien esto es indiscutible, también lo son las posteriores puntualizaciones hechas al respecto por el propio Almazán: que el griego primitivo deriva del fenicio, y éste, efectivamente, contiene signos que son muy similares a las runas. Sermones a los Muertos" escrito por Carl Gustav Jung, el último de los grandes gnósticos”
Por otra parte, existen otros documentos templarios reservados para una jerarquía iniciática que avalan dicho esoterismo, como los estudiados por Gérard Sebanesco, según Serge Hutin:"On devait découvrir au XVII siècle en Allemagne deux documents remontant au Moyen Age, qui se révélèrent être bel et bien deux règles secrètes complétant, pour les seuls Chevaliers qui atteignaient le vrai Cercle Intérieur de l´Ordre, la Règle ecclésiastique courante: ces documents trouvés à Hambourg sont la `Regle des Frères Elus´ et la `Règle des Frères Consolés´" (*)
Volviendo a la cuestión que nos ocupa, parece ser que la financiación del estudio de 1967 corrió a cargo de dos órdenes neotemplarias (en un principio se pensó que una de ellas era la liderada por el conde italiano Rocco Zingaro di San Ferdinando, cosa que parece descartable por el año del encargo), sabiéndose de las buenas relaciones que una de ellas mantenía con ¡el Vaticano!. Precisamente, esta aparente incongruencia es la que nos hizo pensar en el grupo de San Ferdinando, pues resulta de dominio público que en la década de los noventa la Orden del Temple, supuestamente representada por el conde italiano, fue “simbólicamente perdonada” por el Patriarca latino de Jerusalén Monseñor Michel Shabbah, en una ceremonia revestida de gran boato y emotividad. Este dato, aunque cierto, no significa que el “Temple de San Ferdinando” lograse, como es de suponer, el mismo gesto por parte del Papa.
Hay fuentes solventes que señalan que la investigación referida no habría sido financiada por el Vaticano, sino por seglares adscritos a diversas corrientes de investigación templaria. De cualquier forma, todo hace pensar, y así lo señalan evidencias notorias, que una de las organizaciones neotemplarias que habría encargado el estudio de los Estatutos fue la Nueva Observancia Templaria. Esta orden, que nada tiene que ver con la Estricta Observancia Templaria de Von Hund, se fundó en el año 1963 (sospechosamente sólo cuatro años antes del “Caso Runciman”), lo que nos induce a pensar si su propia creación no sería una especie de “tapadera” auspiciada por alguna de esas manos invisibles vaticanas (probablemente jesuíticas) que sirven para mover ciertos hilos en los asuntos “delicados”... Sea como fuere, y según testimonio de los propios dirigentes de esta orden, mantienen buenas relaciones con el Vaticano.
La Nueva Observancia Templaria tiene su sede en Francia, concretamente se sabe que en 1998 tenía una dirección postal en Saint-Laurent-du-Var.
A pesar de la supuesta buena relación entre ambas instituciones (que sepamos no corroborada por ninguna instancia eclesiástica), no deja de resultar curiosa y significativa la participación de grupos neotemplarios en una investigación de las características que nos ocupa, por cuanto la misma se encargó sobre los Estatutos que obran en poder del Vaticano, lo que hace pensar si la propia Santa Sede no estuviese detrás del asunto. De ser así, ya se plantea un primer interrogante con relación a un hecho sumamente extraño: ¿qué papel jugarían dos órdenes neotemplarias en una investigación vaticana?...
En el curso de las investigaciones históricas (el análisis del documento pronto arrojó el resultado de ser auténtico), se habría encontrado una carta no criptografiada y fechada en 1266, en la que el gran Maestre oficial de la Orden, a la sazón Thomas Bérard (Amaury de la Roche según algunos historiadores) se dirigía a un tal Roncelin de Fos como “VENERABLE MAESTRE ULTERIOR Y SUPREMO”
"Ulterior” significa literalmente “que está más allá”, y “supremo” está claro lo que significa, por lo que debemos concluir que resulta ésta una extraña forma de dirigirse al Maestre de una Comandancia por parte del Maestre de la Orden...
Ya en el hecho de que los historiadores no se pongan de acuerdo en a quién correspondió el maestrazgo (Bérard o De la Roche) en la época en que está fechada la carta, y las propias dudas existentes sobre la verdadera identidad de Roncelin, hacen que el enigma en torno al asunto se acreciente.
La carta en cuestión informa de la caída de Saphet y la muerte de todos los hermanos que defendían la fortaleza, y dado su carácter de simple parte de guerra, carente de informaciones confidenciales o connotaciones comprometedoras (salvo el extraño tratamiento que recibe Roncelin de Fos por parte del Maestre oficial de la Orden), es por lo que tal vez se cometió el desliz de no haber sido encriptada.
Saphet se encuentra al norte del mar de Galilea. Fue destruida en 1219 y reconstruida bajo el Maestrazgo de Armand de Pèrigord con el apoyo de Benedicto, obispo de Marsella. En 1266 fue arrebatada a la Orden por el sultán mameluco Baybars, quien hizo matar a todos los defensores; hechos que, de forma apesadumbrada, se relatan en la misiva que nos ocupa. También cabe pensar, ¿por qué no?, que este estado de profundo abatimiento del Maestre de la Orden le hiciese cometer la torpeza de no criptografiar una carta que debiera haber permanecido por siempre oculta a ojos de los profanos... ¿Qué culpas remorderían la conciencia de quien, teniendo tanto que perder, perdió hasta la discreción debida (o “de vida”)?... Esta pregunta se la hace el que suscribe, a tenor de los términos en que se expresa el afligido Maestre, pero otros interrogantes, seguramente menos subjetivos, se desprenden de todo esto:
- ¿Fueron deslices como el referido (no encriptar ciertas misivas) la verdadera causa de la caída de la Orden?
- ¿Apareció también esta carta manuscrita (y puede que otras que compondrían eso que se ha dado en llamar "Le Cartulaire Secret", así como los propios Estatutos de Roncelinus) en los Archivos Vaticanos, como parte del material incautado durante el proceso inquisitorial?
Ciertamente, resulta difícil concebir que semejante error se produjese, y más complicado aún resulta entender que las implicaciones que se derivan de la carta secreta entren en contradicción con la propia Regla Secreta del Temple como se ha llegado a sostener, pues, efectivamente, los Estatutos en su artículo XX dicen:
“Está rigurosamente prohibido de elegir como Gran Maestre a un Consolado. Los otros puestos y cargos principales de la Orden están reservados a los Elegidos y a los Consolados”.
Sin embargo, resulta evidente que tal contradicción no existe, pues si bien la Regla indica claramente que está prohibido elegir como Gran Maestre a un Consolado (el Consolado es aquel que “está liberado del yugo que los hijos de Babilonia han establecido sobre la base de los falsos dogmas”... Art. VI), no parece indicar, de forma explícita ni implícita, que no pueda ser un Elegido (miembros del círculo interior). De hecho, conviene recordar que en las mazmorras de la torre de Chinón, donde estuvieron apresados los altos cargos de la Orden del Temple, entre ellos el Maestre Jacques de Molay, se hallaron graffitis grabados por la propia cúpula templaria en las paredes de las celdas. Estos graffitis están plenos de un inequívoco simbolismo esotérico, hasta el punto de que su significado oculto trató de ser dilucidado por el alquimista Eugène Canseliet, discípulo de Fulcanelli (si no el propio Fulcanelli en persona). Esto evidencia que, efectivamente, los máximos dignatarios de la Orden tenían pleno conocimiento del saber trascendente y esotérico templario, lo cual no significa que tuviesen que ocupar rangos equivalentes dentro las diferentes estructuras orgánicas de la Orden. Concebir esto así, resulta mucho más lógico y admisible que no la hipótesis de un círculo interior funcionando en secreto y a espaldas de la jefatura exotérica u oficial, aunque sí del resto de la estructura mayoritaria (eminentemente la militar) de la Orden.
Independientemente de las prudenciales dudas sobre la veracidad o exactitud que la información aquí expuesta plantea, más que contradicciones lo que genera son nuevos interrogantes que ahondan aún más en las ya de por sí enormes incógnitas existentes en torno al misterio templario.
Ya en su momento se produjeron filtraciones desde la liga Anglo-Helénica que el mismo Runciman presidiera. En concreto un miembro de esta liga, amigo y estrecho colaborador de Sir Steven, que había tomado parte en el equipo de investigación de 1967, hizo algunos comentarios imprudentes en una de las reuniones que se llevaron a cabo en la torre fronteriza de Elshieshields, en Dumfrieshire, Escocia. Los comentarios hacían referencia a un acta notarial firmada por los cinco integrantes del grupo, comprometiéndose a no difundir públicamente los resultados de la investigación. El informe final debía ser entregado directamente a los representantes neotemplarios que promovieron la operación, los cuales se habrían garantizado la fidelidad pagando cuantiosos honorarios.
Ahora, muerto Runciman, el tema parece aflorar y los cabos sueltos son demasiados como para desdeñarlos sin más. Tan sólo, y en ello se encuentran actualmente varios investigadores, resulta preceptivo: primero, hallar esos cabos sueltos; y segundo, atarlos. Las pistas son claras y notorias, aunque hasta el momento esquivas:
- El acta notarial firmada por el equipo de Runciman. Ella demostraría fehacientemente que el estudio se llevó a cabo y, lo que es más importante, evidenciaría el compromiso de no difundir los resultados públicamente.
- La carta manuscrita enviada por el Maestre del Temple a Roncelin de Fos en 1266. De demostrarse su existencia y autenticidad el secreto ulterior del Temple quedaría al descubierto, con lo que habría que reescribir no sólo la historia de la Orden, sino parte de la propia historia medieval...
- Los cuatro integrantes restantes del equipo de investigación de Runciman, incluido el filtrador de la información, pues aunque resulta improbable, tal vez alguno de ellos aún viva. Cabe pensar que todos, o cuando menos la mayoría, fuesen integrantes de la liga Anglo-Helénica.
- Las órdenes neotemplarias que financiaron el proyecto. Descartada la liderada por San Ferdinando, todas las evidencias apuntan hacia un grupo que mantiene presumibles buenas relaciones con el Vaticano, en este caso reconocidas por los propios dirigentes de la orden, y su más que sospechosa fundación cuatro años antes del “Caso Runciman”: la Nueva Observancia Templaria. La otra orden, o bien es inexistente (una mera puesta en escena para el despiste) o, por el contrario, habría sido la verdadera impulsora de la investigación, valiéndose para ello de las supuestas buenas relaciones referidas para acceder a ciertos archivos vaticanos.
- El informe Runciman. El resultado del estudio encargado se plasmó en un informe, cuyo original se habría entregado a quienes lo pagaron: las órdenes neotemplarias... Esperemos que, en última instancia, realmente no fuese la propia Sede Pontificia, o la Societas Iesus...
Dado que está totalmente descartado que la copia estudiada de los Estatutos de Roncelin en 1967 fuese la que se conserva en Hamburgo, los responsables de la Biblioteca Corsino de Roma tendrían que ser la fuente primaria a la que acudir en busca de pistas, debiendo ser conscientes, eso sí, de que “con la Iglesia hemos topado”... Afortunadamente, lo que no parece probable es que el honorable e insigne Runciman haya conseguido llevarse su secreto, el secreto ulterior del Temple, a la tumba...
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